miércoles, 26 de diciembre de 2007

Las reglas del juego

Todos tenemos, de un modo u otro, expectativas de felicidad.
Mis expectativas de felicidad siempre fueron algo así como una lotería.
Esperaba siempre que la felicidad llegara como un regalo de sabe Dios quien, pero sobre la que yo no podía ejercer ningún tipo de acción.....simplemente sucedía por si sola, o no sucedía, pero tenía la certeza de que nada podía hacer para obtenerla.
El mundo ha cambiado tanto, que hoy miro hacia atrás e intento escudriñar de dónde me venía esa fatalista certeza.

Mi recuerdo mas antiguo es el de mi madre colgando ropa en un alambre, pero lejos de mi alcance.
Me impide llegar hasta ella una especie de zanja con un hilo de agua y una bamboleante tabla que facilita el cruce. Por el rabillo del ojo puedo ver una vieja tuerta vestida de negro sentada en una silla. "Mama!!!" grité.

Mi padre era un hombre autoritario. Dominaba la familia con férrea disciplina. No había lugar a opiniones, simplemente obedecíamos.
A tal punto llegaba la sumisión que bajábamos la mirada y no osábamos siquiera pensar, por si se nos fuese a notar. Creía que si dejaba la mente en blanco me sentía mas "buena" y ninguna emoción se trasluciría en mi semblante. Cualquier cosa con tal de aplacar al ogro.
A veces la naturaleza de mi temperamento me permitía ser espontánea, entonces, un bofetón me volvía a la táctica del mimetismo.
Papá tenía un carácter muy cambiante, tan pronto estaba afable y nos contaba miles de historias de su juventud como de pronto se le obscurecía el rostro y se hundía en una suerte de ira sin freno.

A pesar de todo esto yo era una niña predispuesta a la felicidad, como todos los niños supongo.
La falta de oportunidades y medios no hacía mas que acicatear mi cerebro que bullía de ideas e imaginación.
Jugar era toda una aventura pues cada día el entorno, las reglas, los materiales, todo se creaba, diseñaba, organizaba.
No teníamos juguetes por lo cual se salía a la calle, ya en sí era un disfrute y allí, junto con los otros niños, se proponían juegos, ser establecían las reglas, se inventariaba el material disponible, se establecían las jerarquías.....

Las leyes infantiles son implacables, no se permiten ni la deslealdad, ni la trampa, pero tampoco se aceptaba a los débiles.
Aquellos juegos eran además de juegos donde se ensayan actitudes adultas, también eran un baremo de la fuerza y el poder.
Si se era niña como yo, no había lugar a la debilidad ni a la duda, el liderazgo debía ser claro y contundente, de otro modo no se podía obtener el respeto de los demás.
El líder era el más justo pero también el más fuerte.
No había lugar para los mentirosos, recibían inmediatamente un correctivo y mucho menos para los cobardes, éstos, junto con los débiles eran "apalizados" como escarmiento.
El débil de carácter se le consideraba propenso a la mentira y la traición y se le escarmentaba para que supiese a lo que se atenía.
O cincelabas tu carácter o ibas a parar a la cuneta.

Todos los valores que se tenían en cuenta eran personales o "curriculares" pero las pertenencias materiales debían aportarse al grupo para disfrute de todos.
Normalmente todos padecíamos de la mismas carencias y no teníamos ningún juguete de los que se compran, pero eso no era impedimento para que los fabricáramos:
Cometas con varas de paraíso, engrudo y papel y para la cola....trapos.
Camiones con tablas y ruedas de madera, patinetes con cajones de fruta, muñecas y pelotas de trapo, arcos, flechas, pistolas todas de nuestro bendito árbol del paraíso.
La rayuela que marcábamos en el suelo de balasto y también los arcos del campo "no reglamentario de football".

Pero no había ninguna limitación para usar las manos y los brazos como cañones de escopeta, ni tan siquiera hacían falta disfraces para emular la ferocidad de un indio o la arrogancia de un soldado, las cejas, los ojos la impostación de la voz, el pecho prominente en señal de mando, todo construía el personaje.

Los roles también se repartían y era muy sencillo, solo había dos bandos, los buenos y lo malos, ladrones y policías, indios y vaqueros.
En el partido de football se distribuían las posiciones según valía y la cantidad de jugadores no era relevante, solo del "golero" no se podía prescindir.

Otro juego apasionante era el de las emboscadas, cualesquiera fuese el escenario, muros, arbustos, copas de árboles, rocas, todo formaba parte del atrezo.
También las rendiciones formaban parte del protocolo.

La cuerda de la comba era enorme y normalmente daba cabida a todos .
El juego de la mancha, en el cual dos bandos intentaban hacer prisioneros a los oponentes con un contacto manual.
El juego del escondite con unos tiempos pactados.
El juego del prisionero, también dos bandos pero aquí el prisionero se hacía a golpe de pelotazo. Luego el rescate de los prisioneros, en fin un sin fin de juegos con estrictas reglas que nos dejaban exáustos al caer el sol.

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